Se nos ha ido Frans de Waal, el gran primatólogo con el que aprendimos a ser mejores personas observando a los otros primates a través de sus ojos.
Nos ha dejado una de las cien personas más influyentes de los últimos años según la revista Time. No obstante, visto en retrospectiva no parece que esto sea todo lo cierto que nos gustaría. Si Frans de Waal hubiese influido realmente a fondo en la sociedad hoy seríamos un poquito mejores, y no estaríamos atravesando la gigantesca crisis de valores que nos azota. Una crisis que, no lo olvidemos, es la que subyace a todas las demás. Lo que nos mantiene enrocados, rodando por la cuesta abajo, es la epidemia de egoísmo que nos ha precipitado en el Idioceno.
Las inclinaciones egoicas tienen un antídoto natural, la empatía - simpatía que subyace a los comportamientos morales, esa extraordinaria capacidad que nos permite meternos en la piel del otro para entender cómo percibe la realidad, cuáles son sus intenciones, y cuál es su estado mental y afectivo. Esta mimetización mental y afectiva estimula la simpatía, una inclinación natural a satisfacer las necesidades ajenas que se materializa a través de la cooperación y el altruismo.
Ahora bien, ¿qué es la moral? Durante muchísimo tiempo se pensó que la moral es algo que Dios ha escrito en el corazón de los hombres, siendo así un asunto que pertenece al ámbito de la Iglesia; una exclusividad que algunos siguen defendiendo hoy en día mientras que ha sido duramente criticada por otros. Fue el caso del pintor neerlandés El Bosco, una de cuyas grandes obras servía de hilo conductor de nuestra última crónica del Idioceno. El Bosco no ocultaba su profundo desagrado con el clero por sus habituales excesos, defendiendo una unión directa del hombre con Dios, sin intermediarios, como guía para los comportamientos morales. Al otro extremo de esta concepción religiosa de la moral se sitúa la visión antropocéntrica que la considera como un producto del raciocinio, y por tanto, exclusiva de la mente superior de los humanos.
La detallada observación del comportamiento de primates no-humanos llevó a Frans de Waal a una posición diferente a las anteriores; según de Waal, la moral es un conjunto de tendencias cultivables cuyas raíces ya están presentes en la naturaleza, algo que revelan los comportamientos empáticos y simpáticos que se observan en los otros primates, junto a su sentido de la reciprocidad y la justicia. Esta es la principal tesis de uno de sus libros, El bonobo y los diez mandamientos, tesis defendida con numerosos datos y estudios, y amenizada con multitud de anécdotas entrañables. En la primera parte del libro de Waal hace numerosas alusiones al Bosco, pintor por el que sentía una gran admiración además de compartir “pequeña patria”: ambos habían nacido en la bonita ciudad de Bolduque.
De Waal ha explicado que fue educado en el marco de esa visión antropocéntrica que caracteriza nuestra época, a evitar cualquier conversación sobre intenciones o emociones en los sujetos de sus investigaciones: los animales debían ser descritos como máquinas sin alma. Arriesgando su incipiente carrera hizo exactamente lo contrario ya desde sus primeros libros; en La Política de los chimpancés relata el día a día de la comunidad de primates del Zoo de Arnhem (Holanda), y lo hace contándonos las rivalidades sexuales, intrigas, estrategias, poder, manipulación… pero también amistad y reconciliación entre los chimpancés de la colonia.
Según ha contado en numerosas ocasiones, una de las primeras pistas que le llevaron a pensar en esas raíces subyacentes naturales de la moral fue la tendencia a la reconciliación que observó en los chimpancés. Al igual que ocurre en muchas sociedades humanas, en las colonias de chimpancés el macho alfa suele ser el más fuerte del clan y obtiene su poder intimidando a los demás, es decir, desplegando agresividad. Los demás chimpancés lo aceptan porque no les queda más remedio. Pero hay muchas otras ocasiones en las que el macho alfa resulta no ser el más fuerte, sino el que cuenta con más apoyos dentro del grupo. Es decir: son animales políticos. Ahora bien: ¿Cómo consiguen este apoyo? ¿Qué ofrecen los candidatos a alfa para ser aclamados? Según explica de Waal se trata fundamentalmente de dos habilidades: la de pacificar cuando se produce una pelea, y la de ofrecer consuelo al que lo necesita.
Una de las matriarcas de la colonia de chimpancés del Zoo de Arnhem fue Mama, protagonista de uno de los vídeos de amor inter-especie más hermosos que han circulado por las redes, y también del libro “El último abrazo”. Severamente enferma y muy debilitada, a sus 59 años Mama había rehusado comer mientras yacía en su cama en posición fetal esperando el cercano final. Su viejo amigo Jan van Hooff, el eminente biólogo que dirigió la tesis a Frans de Waal, fue a visitarla para despedirse de ella. Al reconocer a su entrañable amigo Mama saca fuerzas de donde no las hay para iluminar su cara con una enorme sonrisa, mientras emite gritos de felicidad, y hasta consigue levantar el brazo para acariciarle la cabeza. Vuelvo a dejar aquí el link al video, para que nadie se despiste...
En la página web del santuario para primates Rainfer nos cuentan una par de anécdotas muy bonitas de Gombe, el alfa fuerte y corpulento de unos de los grupos de chimpancés del centro. Durante su estancia en uno de los zoológicos por los que pasó antes de llegar al santuario un visitante le lanzó pollitos vivos. Gombe los recogió uno por uno entre sus grandes y fuertes manos con suma delicadeza, y los puso a salvo. Al ser el macho alfa del grupo Gombe tiene derecho a comer el primero, pero cuando su compañera Sandy está resfriada le cede el puesto, y la arropa por las noches con todas las mantas que tiene a su disposición quedándose él sin ninguna. Leer anécdotas sobre los chimpancés hace que no resulte extraño que Frans de Waal bromeara diciendo que conocer a fondo a los chimpancés le llevó a reconciliarse con los humanos…
Si descubrir la cara luminosa de los pendencieros y peleones chimpancés ayuda a mirar las cosas con otra perspectiva, al entrar en territorio bonobo la cabeza nos da mil vueltas. Precisamente los bonobos fueron los protagonistas del primer post de este blog por ser un modelo a seguir para tratar de sobrevivir al Idioceno. La receta es bien simple: hacer realidad el famoso lema de los 60 sustituyendo guerra por amor. Justo lo contrario de lo que estamos haciendo los sapiens, el gran simio que se ha bautizado a sí mismo como “el sabio” haciendo bueno el dicho de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. No deja de ser una enorme paradoja que muchos de los que aseguran que la moral es algo racional, exclusiva de las sesudas mentes pensantes, sean incapaces de ver algo tan simple como que la violencia engendra violencia, y la guerra solo sirve para sembrar horror y muerte.
El origen de la moral, con todos sus valores asociados, hay que buscarlo en el amor. La experiencia nos enseña que las personas que más valores morales despliegan también son las que muestran más capacidad para amar, y tal vez porque saben sonreír a la vida con amor sobreponiéndose a las desdichas, la vida se lo devuelve premiándolas con un envidiable sentido del humor. Este es el caso de Frans de Waal, quien no sólo nos enseñó y nos hizo reflexionar, sino que lo consiguió haciéndonos reír con sus anécdotas y su peculiar forma de contarlas. Como no podía ser de otra forma, obtuvo un premio Ig Nobel, una parodia de los Nobel en los que se premia estudios de investigación que “primero hacen reír a la gente, y luego la hacen pensar”. En 2012 era galardonado con el Ig Nobel de Anatomía junto a Jennifer Pokorny por un trabajo que demuestra que los chimpancés son capaces de identificar a otros chimpancés, individualmente, por las fotografías de sus traseros.
Si al principio de su carrera demostró no tener miedo a entrar en terrenos resbaladizos, desafiando los convencionalismos de su época al tratar a los otros primates como seres complejos con emociones, al final volvió a hacerlo atreviéndose con Diferentes. Sexo, género, homosexualidad y transexualidad son los conceptos que aborda en este libro, y lo hace tanto desde el punto de vista de la biología como de su amplia experiencia como primatólogo. En opinión de la antropóloga Sarah Blaffer Hrdy, quien introdujo la importantísima tesis de la crianza cooperativa en el paleolítico, “Se requiere mucho valor para que un hombre se aventure hoy en día en el campo minado de las diferencias de género. Pero Frans de Waal confía en sus dotes de narrador, en su sincero respeto por la cultura y su estrecho conocimiento de las sociedades de bonobos y chimpancés para vencer con elegancia en esta trinchera”.
Frans de Waal nos ha enseñado a liberarnos de los prejuicios del antropocentrismo, a creer en la bondad, a que la moral no es algo frío, racional, un sesudo invento de la ilustración, a que curas y jueces no son sus valedores. La moral es algo que está en la naturaleza, como lo está el amor, y es por eso que la podemos distinguir en los otros animales, en los “hermanos menores” como los llamaba San Francisco. Descubrirlo es una forma fantástica de conocernos a nosotros mismos, burlando los múltiples condicionamientos a los que estamos sometidos.
Termino el post con un link a esta charla en TED. A partir del minuto 12 podéis ver el famoso experimento de los monos capuchinos que tanto ha hecho reír, aunque recomiendo ver la charla entera.
Se nos va un maestro, pero mientras sus libros continúen en nuestras bibliotecas seguirá a nuestro lado. Hasta siempre Profesor de Waal, y muchas gracias.
Otro artículo excepcinal, muy emotivo a la vez que ameno. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias Ana por tu buen artículo. Lo he compartido con amigos. No me atreví a hacerlo con enemigos.
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